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miércoles, 22 de febrero de 2012

Un nombre rimbombante (Versión Final)


Terminamos muy agotados después del baño. Rosa aprovechó el tiempo que estuvimos ocupados y arregló la cama. Me sirvieron café con galletas y cenamos juntos. Fue entonces que me contó lo que le había sucedido a su pierna.

Había ido a Monterrey con Israel su hijo en un viaje de dos semanas. Entregaron un pedido de refacciones para una ensambladora en esa ciudad. El viaje le recordó sus tiempos en que manejaba su tráiler y recorría toda la República Mexicana.

Después de una semana regresó en autobús a la ciudad de México, y al salir de la terminal de autobuses lo atropelló un camión de pasajeros. Era de madrugada y no pudieron auxiliarlo de forma oportuna. Su pierna había quedado debajo de una de las llantas y ya nada se pudo hacer por ella. Cuando llegó al hospital le pidieron que avisara a sus familiares para que fueran a verlo. Perdió el celular en la ambulancia y no pudo avisarle a nadie en donde se encontraba.

Recuerda que el doctor le dijo: “No hay quien autorice su operación Don Pifas”. No necesito que alguien me autorice, estoy consciente de lo que pasa y soy responsable de mis actos, si no la cortas entonces me tendrás que dejar morir. El doctor tuvo que operarlo porque ya la gangrena estaba avanzada y su vida corría peligro.

Días después y tras haber realizado una búsqueda por delegaciones, reclusorios y hospitales lo encontró su hija Rosa. Desde ese momento se le llevó para su casa. Al salir del hospital y ver la luz del día su vista se deslumbró. No supo que le estuvieron inyectando insulina para poder controlar su azúcar y esto le ocasionó problemas con la vista. Ahora se tiene que operar y utilizar unos lentes especiales para poder recuperarla.

Apenas estábamos acomodándonos para seguir platicando, cuando recibí la llamada de Nely mi esposa.  No me había percatado de que ya pasaban de las 10 de la noche.  Me recordó que tenía que pasar por dos conchas de chocolate y un litro de leche para el desayuno de mis hijas. Fue entonces que me despedí de mi tío Pifas y le prometí que volvería pronto para poder seguir platicando.

Al día siguiente le pedía mi mamá que me platicara de la vida de mi tío Pifas. Mi tío había sido el autor de que mis papas se conocieran. Mi mamá hizo una cara de complicidad ya que recordó la forma en que conoció a mi papá.

Me contó que conoció  a mi tío Pifas por su hermana Maricruz. Ellos fueron novios durante un tiempo. Cuando  conocí a tu tío Pifas,  se hacía llamar Jorge Torres Castillo. Un nombre rimbombante. 

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