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martes, 14 de febrero de 2012

Como nuevo (Versión Final)


Cuando entre al baño, mi tío Pifas ya estaba desvistiéndose. Se le había quedado atorada la camisa en la cabeza y estaba tratando de quitársela. Cuando me acerqué para ayudarle, me dijo que él solo podía hacerlo. Creo que lo más difícil para mi tío Pifas es no valerse por sí mismo. Cuándo ya entendí que no podría hacerlo él solo comencé a ayudarle. Primero le quité la camisa que tenía atorada. Volvió a aplicar la técnica del trapecista para levantarse y poder quitarle el pantalón. Le hice saber que le  abriría a la llave de la regadera pero sugirió hacerlo él para que no me mojara. 

Aunque quedó de frente a las llaves no podía agarrarlas. Tome sus manos y las puse sobre las llaves. De la regadera solo caía un chisguete que apenas alcanzaba a mojar parte de su cuerpo. Entonces busque un recipiente para atrapar el chorro que caía sin ser aprovechado.

Fue un triunfo lograr que el agua estuviera en su punto para que él se pudiera bañar. Le acerque el jabón y comenzó con la cabeza. A medida que la bandeja se llenaba se la vaciaba sobre su cuerpo, con la intención de que no le diera frío.  

Cuando le pregunté por qué no le había pedido a alguno de sus nietos que le ayudara a bañarse,  dijo qué no lo hacía porque se burlaban de él. Solo se meten a jugar al baño. Como ya habían pasado más de 15 minutos, el agua que salía de la regadera empezó a enfriarse. Cerramos a la llave del agua fría para que se equilibrara la temperatura. En ese momento mi tío Pifas me dijo "Ay cabrón, está bien pinche caliente", y trataba de evitar el agua.  Después cerré la llave del agua caliente y entonces volvió a decir una expresión parecida "Ay cabrón, ahora está bien pinche fría". No pudimos evitar reírnos unos momentos por tan graciosas expresiones. 

Tuvimos que prender nuevamente el boiler para que se pudiera terminar de bañarse. Salí a buscar la ropa con la que se cambiaría. Aproveché para llevar una silla seca para poder devolverlo a su cama. Con toda la intención del mundo quiso vestirse pero le resulto casi imposible. Lo ayudé nuevamente a vestirse. Lo único en verdad difícil fue ayudarle a ponerse los calzones y el pantalón. 

Una vez vestido, se cambió de silla para poder sacarlo. Cuando ya estaba en la silla, lo lleve a su cama de la misma forma que Rosa lo había traído.

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