Terminamos muy agotados después del baño. Rosa
aprovechó el tiempo que estuvimos ocupados y arregló la cama. Me sirvieron café
con galletas y cenamos juntos. Fue entonces que me contó lo que le había
sucedido a su pierna.
Había ido a Monterrey con Israel su hijo en un
viaje de dos semanas. Entregaron un pedido de refacciones para una ensambladora
en esa ciudad. El viaje le recordó sus tiempos en que manejaba su tráiler y
recorría toda la República Mexicana.
Después de una semana regresó en autobús a la ciudad de México, y
al salir de la terminal de autobuses lo atropelló un camión de pasajeros. Era
de madrugada y no pudieron auxiliarlo de forma oportuna. Su pierna había
quedado debajo de una de las llantas y ya nada se pudo hacer por ella.
Cuando llegó al hospital le pidieron que avisara a sus familiares para que fueran
a verlo. Perdió el celular en la ambulancia y no pudo avisarle a nadie en donde
se encontraba.
Recuerda que el doctor le dijo: “No hay quien
autorice su operación Don Pifas”. No necesito que alguien me autorice, estoy
consciente de lo que pasa y soy responsable de mis actos, si no la cortas
entonces me tendrás que dejar morir. El doctor tuvo que operarlo porque ya la gangrena
estaba avanzada y su vida corría peligro.
Días después y tras haber realizado una búsqueda
por delegaciones, reclusorios y hospitales lo encontró su hija Rosa. Desde ese
momento se le llevó para su casa. Al salir del hospital y ver la luz del día su
vista se deslumbró. No supo que le estuvieron inyectando insulina para poder
controlar su azúcar y esto le ocasionó problemas con la vista. Ahora se tiene
que operar y utilizar unos lentes especiales para poder recuperarla.
Apenas estábamos acomodándonos para seguir
platicando, cuando recibí la llamada de Nely mi esposa. No me había percatado de que ya pasaban de las 10
de la noche. Me recordó que tenía que
pasar por dos conchas de chocolate y un litro de leche para el desayuno de mis
hijas. Fue entonces que me despedí de mi tío Pifas y le prometí que volvería
pronto para poder seguir platicando.
Al día siguiente le pedía mi mamá que me
platicara de la vida de mi tío Pifas. Mi tío había sido el autor de que mis
papas se conocieran. Mi mamá hizo una cara de complicidad ya que recordó la
forma en que conoció a mi papá.
Me contó que conoció a mi tío Pifas por su hermana Maricruz. Ellos fueron novios durante un tiempo. Cuando conocí a tu tío
Pifas, se hacía llamar Jorge Torres
Castillo. Un nombre rimbombante.