Muy pronto estaremos de regreso...
Diario de un hombre invisible
Este blog forma parte del proyecto Diario Íntimo de una Ficción Verdadera. Se realiza dentro del marco de la materia Redacción Universitaria de la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, división de Ciencias Sociales y Humanidades, Departamento de Humanidades, bajo la dirección del maestro Sandro Cohen.
lunes, 4 de enero de 2016
domingo, 4 de marzo de 2012
El equilibrio de la vida
Mi mamá dice que mi tío está
pagando todo lo malo que hecho en su vida. Asegura que lo que se hace en
esta vida aquí se paga. Yo creo que ninguna persona debería sufrir como está sufriendo mi tío Pifas.
Durante su vida como chofer
tuvo varios accidentes. Pero me contó de uno que sabía me gustaría escuchar.
Mi tío Pifas trabajó en una
empresa cervecera que hacía viajes de Monterrey a Saltillo.
Con frecuencia invitaba a mí papá para enseñarle el oficio de chofer. En cierta ocasión llevaron una carga con 20 toneladas de mercancía. Estaban a la mitad del viaje y se acercaron al punto conocido como las curvas del diablo (Un lugar en donde ocurría muchos accidentes). Al llegar a este punto mi tío se percató que venían dos autobuses de frente. Uno de ellos invadía el carril contrario. Mi papá venía recostado en el asiento del ayudante. Mi tío le preguntó: ¿ellos o nosotros?
Con frecuencia invitaba a mí papá para enseñarle el oficio de chofer. En cierta ocasión llevaron una carga con 20 toneladas de mercancía. Estaban a la mitad del viaje y se acercaron al punto conocido como las curvas del diablo (Un lugar en donde ocurría muchos accidentes). Al llegar a este punto mi tío se percató que venían dos autobuses de frente. Uno de ellos invadía el carril contrario. Mi papá venía recostado en el asiento del ayudante. Mi tío le preguntó: ¿ellos o nosotros?
Mi papá no tuvo tiempo para
responder. Lo único que hizo fue sostenerse con fuerza del asiento. A unos metros
del impacto mi tío llevo el tráiler a la orilla de la carretera y ya no lo pudo
controlar. Al momento de que las llantas de la caja bajaron a la carretera esta
comenzó a dar vueltas. Había un voladero de cientos de metros. Una vez que el tráiler
empezó a dar vueltas mi papá se salió disparado de la cabina. Mi tío Pifas se siguió por
unos 50 metros más. Unos árboles fueron los que evitaron que siguiera dando vueltas.
Cuando reaccionó salió del tráiler
y lo primero que hizo fue a buscar a mi papá. Mi papá se encontraba inconsciente.
Arrastrándose en la barranca llegó hasta donde se encontraba mi papá. Cuando
trató de reanimarlo se dio cuenta que un gran roca venía cayendo e iba directo
a la cabeza de mi papá, entonces sostuvo la roca con la pierna y le salvó la
vida. (Ahora ya no tiene esa pierna).
Gracias a la decisión que tomó mi
tío no hubo una gran cantidad de muertos en ese accidente.
Las curvas del diablo están a
dos horas del centro de Saltillo. Este tiempo fue suficiente para poder salir de la
barranca para retirarse. Cuando reaccionó mi papá no podía moverse. Los dos sabían
que tenían que salir pronto para retirarse de ese lugar. Caminaron por varias
horas sobre la carretera tratando de que alguien los auxiliara.
Por suerte para ellos paso un
compañero que había trabajado en la misma empresa hacia unos años. Los llevó en
su camarote escondidos hasta la terminal de autobuses. Una vez ahí tuvieron que
irse en el portaequipajes del autobús para que no fueran detenidos por las
autoridades.
Una vez que terminó su relato me vino a la mente la frase que dijo mi mamá. Es cierto que todo lo malo se paga en esta vida, pero, también es cierto que tolo lo bueno tiene su recompensa.
Una vez que terminó su relato me vino a la mente la frase que dijo mi mamá. Es cierto que todo lo malo se paga en esta vida, pero, también es cierto que tolo lo bueno tiene su recompensa.
sábado, 3 de marzo de 2012
Una vida complicada (Versión Final)
Solo tenía once años cuando mi
tío Pifas se fue de su casa. El fue el segundo de nueve hijos. Una familia conformada por seis hombres (Tránsito, Epifanio,
Salvador, Jesús, José y Juan) y tres mujeres (Rosario, Graciela y Víctoria). Mi
tío Pifas fue un niño con muchos problemas de actitud. En cierta ocasión le
robo dineroa mi abuelo, para mala suerte de mi tío Pifas se dio
cuenta y lo dio una golpiza.
Mi abuelo era una persona muy enérgica
y trató de colgarlo de una viga del techo de su casa. Con ese escarmiento
buscaba que no se volviera a presentar una situación igual.
Después de aquella golpiza las cosas en su casa ya no eran igual. Uno de sus amigos lo invitó a que se fueran a probar fortuna. Durante mucho tiempo estuvo viviendo por los rumbos de la central de
abastos. Recuerda que le apodaban el
chocolate por ser moreno. Tuvo varias ocupaciones, pero la que le redituaba ganancias sustanciosas
era el de lavacoches. Recuerda que un niño mayor que él, al que le apodaban el Pepón frecuentemente le quitaba parte de sus ganancias del día.
Cierto día que lavaba el tráiler de
un señor de nombre Lucio, se sentó al volante durante unos minutos y se imaginó
como sería su vida si el aprendiera a manejar. Cuando termino de lavar el tráiler,
Lucio le dio una buena propina. El Pepón se dio cuenta
y le quito el dinero. Lucio se dio cuenta de lo sucedido. Ya antes había visto
como le quitaban el dinero a mi tío.
Se le acerco Lucio y le dijo que fuera a quitarle el dinero que le
había dado. No había mucho que hacer ante la advertencia que le hizo Lucio: “Mira
pinche chocolate si no vas y le partes
su madre a ese cabron y le quitas tu dinero; entonces, yo te la voy a partir a
ti”.
Lo meditó por unos momentos y entonces
se le acerco al Pepón para pedirle su dinero. Después de unos minutos Lucio
tuvo que intervenir para rescatar al Pepón de tremenda golpiza.
Ese hecho marcaría su vida para
siempre. Lucio le pregunto si quería aprender a manejar y si se iría a
Monterrey a vivir. A partir de ese momento empezó la nueva vida de mi tío Pifas.
Las clases de manejo duraron alrededor de 4 años. Cuando cumplió 16 años
consiguió su primer trabajo de chofer. Empezó manejando un camión que le
apodaban el teterete.
A partir de ese momento empezaría la
historia de Pifas y su tráiler
miércoles, 22 de febrero de 2012
Un nombre rimbombante (Versión Final)
Terminamos muy agotados después del baño. Rosa
aprovechó el tiempo que estuvimos ocupados y arregló la cama. Me sirvieron café
con galletas y cenamos juntos. Fue entonces que me contó lo que le había
sucedido a su pierna.
Había ido a Monterrey con Israel su hijo en un
viaje de dos semanas. Entregaron un pedido de refacciones para una ensambladora
en esa ciudad. El viaje le recordó sus tiempos en que manejaba su tráiler y
recorría toda la República Mexicana.
Después de una semana regresó en autobús a la ciudad de México, y
al salir de la terminal de autobuses lo atropelló un camión de pasajeros. Era
de madrugada y no pudieron auxiliarlo de forma oportuna. Su pierna había
quedado debajo de una de las llantas y ya nada se pudo hacer por ella.
Cuando llegó al hospital le pidieron que avisara a sus familiares para que fueran
a verlo. Perdió el celular en la ambulancia y no pudo avisarle a nadie en donde
se encontraba.
Recuerda que el doctor le dijo: “No hay quien
autorice su operación Don Pifas”. No necesito que alguien me autorice, estoy
consciente de lo que pasa y soy responsable de mis actos, si no la cortas
entonces me tendrás que dejar morir. El doctor tuvo que operarlo porque ya la gangrena
estaba avanzada y su vida corría peligro.
Días después y tras haber realizado una búsqueda
por delegaciones, reclusorios y hospitales lo encontró su hija Rosa. Desde ese
momento se le llevó para su casa. Al salir del hospital y ver la luz del día su
vista se deslumbró. No supo que le estuvieron inyectando insulina para poder
controlar su azúcar y esto le ocasionó problemas con la vista. Ahora se tiene
que operar y utilizar unos lentes especiales para poder recuperarla.
Apenas estábamos acomodándonos para seguir
platicando, cuando recibí la llamada de Nely mi esposa. No me había percatado de que ya pasaban de las 10
de la noche. Me recordó que tenía que
pasar por dos conchas de chocolate y un litro de leche para el desayuno de mis
hijas. Fue entonces que me despedí de mi tío Pifas y le prometí que volvería
pronto para poder seguir platicando.
Al día siguiente le pedía mi mamá que me
platicara de la vida de mi tío Pifas. Mi tío había sido el autor de que mis
papas se conocieran. Mi mamá hizo una cara de complicidad ya que recordó la
forma en que conoció a mi papá.
Me contó que conoció a mi tío Pifas por su hermana Maricruz. Ellos fueron novios durante un tiempo. Cuando conocí a tu tío
Pifas, se hacía llamar Jorge Torres
Castillo. Un nombre rimbombante.
martes, 14 de febrero de 2012
Como nuevo (Versión Final)
Cuando entre al
baño, mi tío Pifas ya estaba desvistiéndose. Se le había quedado atorada la camisa en la
cabeza y estaba tratando de quitársela. Cuando me acerqué para ayudarle, me dijo
que él solo podía hacerlo. Creo que lo más difícil para mi tío Pifas es no valerse por sí mismo.
Cuándo ya entendí que no podría hacerlo él solo comencé a ayudarle. Primero le
quité la camisa que tenía atorada. Volvió a aplicar la técnica del trapecista
para levantarse y poder quitarle el pantalón. Le hice saber que le abriría a la llave de la regadera pero sugirió
hacerlo él para que no me mojara.
Aunque quedó de
frente a las llaves no podía agarrarlas. Tome sus manos y las puse
sobre las llaves. De la regadera solo caía un chisguete que apenas
alcanzaba a mojar parte de su cuerpo. Entonces busque un recipiente para
atrapar el chorro que caía sin ser aprovechado.
Fue un triunfo
lograr que el agua estuviera en su punto para que él se pudiera bañar. Le
acerque el jabón y comenzó con la cabeza. A medida que la bandeja se
llenaba se la vaciaba sobre su cuerpo, con la intención de que no le diera frío.
Cuando le
pregunté por qué no le había pedido a alguno de sus nietos que le ayudara a
bañarse, dijo qué no lo hacía porque
se burlaban de él. Solo se meten a jugar al baño. Como ya habían
pasado más de 15 minutos, el agua que salía de la regadera empezó a enfriarse. Cerramos a la llave del agua fría para que se equilibrara la
temperatura. En ese momento mi tío Pifas me dijo "Ay cabrón, está bien pinche caliente", y trataba de evitar el agua. Después cerré la
llave del agua caliente y entonces volvió a decir una expresión parecida "Ay cabrón, ahora está bien pinche fría". No pudimos evitar reírnos unos momentos por tan
graciosas expresiones.
Tuvimos que
prender nuevamente el boiler para que se pudiera terminar de bañarse. Salí a buscar la ropa con la que se cambiaría. Aproveché para llevar una silla
seca para poder devolverlo a su cama. Con toda la intención del mundo quiso
vestirse pero le resulto casi imposible. Lo ayudé nuevamente a vestirse. Lo
único en verdad difícil fue ayudarle a ponerse los calzones y el pantalón.
Una vez vestido, se cambió de silla para poder sacarlo. Cuando ya estaba en la silla, lo lleve a su cama de la misma forma que Rosa lo había traído.
domingo, 5 de febrero de 2012
El baño (Versión Final)
Al estar a su lado sentí la necesidad de llorar. Quiso saber quien había
llegado a visitarlo. Se enderezo un poco. Trato sentarse pero no lo pudo hacer.
Me pidió que le diera una mano para que se apoyara y pudiera levantarse.
Después de varios intentos se pudo sentar y pregunto ¿Quién era yo? Le hice
saber quién era, y entonces no pudo contener las lágrimas. Cada que intentaba
decir una palabra derramaba una gran cantidad de lágrimas. En ese momento no se
me ocurrió que decirle para tranquilizarlo. Solo atine a abrazarlo por
varios minutos. Una vez que se desahogo pudo articular una frase
completa.
Quiero que me perdones hijo por no haber estado con ustedes cuando le sucedió
el accidente a tu papá. Entonces yo no pude hablar hasta que deje de llorar. En
ese momento me sentí más conectado con mi tío.
Le acerque una maleta de color azul tipo deportiva en donde le lleve las prendas y utensilios de uso
diario. Cuando le dije que sacara las cosas que le lleve me pidió que
le platicara de que se trataba. Te traje un par de pantalones, tres camisas,
dos pares de calcetines, un par de calzones, un desodorante y por su puesto tu
perfume favorito.
Ya mis tías me habían comentado que él tenía problemas con la vista, pero no
sabía lo grave de su problema hasta estuve con él. Cada vez que
yo hablaba él trataba de ubicar mi voz. Entonces le pregunte si no me distinguía. Contesto que solo alcanzaba a ver unas luces cuando la televisión está encendida
y al voltear hacia el foco. Me hizo saber que el problema no lo tenía en su vista, sino era la falta de una de sus piernas y me enseño lo que aún le
quedaba de su pierna derecha.
Cuando estaba por platicarme que le había sucedido a su pierna, nos dijo Rosa la Pelucas que el baño ya estaba listo. Mi tío me dijo que ya se había bañado.
Solo lo observe unos segundos para darme cuenta que me estaba mintiendo. Entonces
mi prima acerco una silla de fierro hasta donde nos encontrábamos y me enseño
la técnica para poder llevarlo al baño. Acerco la silla hasta un costado de
la cama. Entonces él se subió al estilo trapecista apoyándose de con sus dos
manos. Cuando ya estaba montado en la silla la Pelucas lo jalo por detrás hasta
llegar al baño. Lo dejo justo debajo de la regadera.
domingo, 29 de enero de 2012
(Versión Final)
Son las dos de la tarde del
viernes y me siento agotado. El examen físico fue una verdadera tortura. Sin
embargo, uno de los propósitos de año fue hacer ejercicio, y es un requisito
para poder usar las instalaciones del gimnasio. Fue un día melancólico y aún se
siente el frío de invierno.
Mi madre salió a buscar un par de
prendas al mercado de la colonia. Estas se necesitarían después de darle el baño prometido que tanta falta le
hace. La cita con mi tío es a las cinco de la tarde. En cuanto llega la hora subo
al carro y pongo la radio en la estación de noticias, esto me sirve para
ponerme al día de lo que sucede en nuestra hermosa Ciudad de México, (el viaje
es corto y dura quince minutos).
Por fin he llegado a la casa marcada
con el número 69. Seguí las indicaciones, una calle después de la tienda
Aurrera, en la esquina hay un puesto de tacos, dar vuelta a la derecha y contar
tres casas del lado derecho y es allí en donde me espera mi tío Epifanio, mejor
conocido como el tio Pifas.
Desciendo del auto, no sin antes
apagar la radio. Toco el timbre pero no escucho que suene. Busco la razón y me
viene a la mente que es probable que haya que presionarlo fuerte para que
suene. Vuelvo a intentar hacer sonar el timbre y pronto llego a la conclusión
de que no funciona. Entonces toco el zaguán para hacer saber mi llegada. Dentro
de la casa se escucha una voz femenina que grita ¿Quién es? Respondo: Soy yo prima, entonces sale Rosa. Ella es una señora de aproximadamente 40
años que sale un poco despeinada y con un delantal salpicado de comida. Rosa
mejor conocida por toda la familia como la Pelucas me da un fuerte abrazo, un par de besos y me invita a pasar a su casa. Es ahí en donde he de cumplir
la misión que me ha llevado a esa casa después de tantos años.
Al entrar a la casa paso por un
largo patio y entonces empiezo a recordar la última vez que lo vi. Mi tío Pifas, era una persona de un metro
ochenta de estatura, delgado, bien arreglado y con un gusto especial por los
perfumes. Un tío bastante esplendido con sus sobrinos. Cada vez que iba a la escuela y
él se encontraba en su casa pasaba a saludarlo. Solo me tomaba cinco minutos
para verlo pero la recompensa era gratificante.
Al hacerle saber que ya me iba
a la escuela aparecía la magia porque el metía
la mano a la bolsa a su pantalón y sacaba muchas monedas que me daba para
gastar. El dinero que me daba alcanzaba por lo menos para
una semana completa de golosinas, por fin llegue hasta donde estaba recostado y
me senté a su lado. Tuve que tragar saliva y esperar unos segundos antes de
poder saludarlo.
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