Al estar a su lado sentí la necesidad de llorar. Quiso saber quien había
llegado a visitarlo. Se enderezo un poco. Trato sentarse pero no lo pudo hacer.
Me pidió que le diera una mano para que se apoyara y pudiera levantarse.
Después de varios intentos se pudo sentar y pregunto ¿Quién era yo? Le hice
saber quién era, y entonces no pudo contener las lágrimas. Cada que intentaba
decir una palabra derramaba una gran cantidad de lágrimas. En ese momento no se
me ocurrió que decirle para tranquilizarlo. Solo atine a abrazarlo por
varios minutos. Una vez que se desahogo pudo articular una frase
completa.
Quiero que me perdones hijo por no haber estado con ustedes cuando le sucedió
el accidente a tu papá. Entonces yo no pude hablar hasta que deje de llorar. En
ese momento me sentí más conectado con mi tío.
Le acerque una maleta de color azul tipo deportiva en donde le lleve las prendas y utensilios de uso
diario. Cuando le dije que sacara las cosas que le lleve me pidió que
le platicara de que se trataba. Te traje un par de pantalones, tres camisas,
dos pares de calcetines, un par de calzones, un desodorante y por su puesto tu
perfume favorito.
Ya mis tías me habían comentado que él tenía problemas con la vista, pero no
sabía lo grave de su problema hasta estuve con él. Cada vez que
yo hablaba él trataba de ubicar mi voz. Entonces le pregunte si no me distinguía. Contesto que solo alcanzaba a ver unas luces cuando la televisión está encendida
y al voltear hacia el foco. Me hizo saber que el problema no lo tenía en su vista, sino era la falta de una de sus piernas y me enseño lo que aún le
quedaba de su pierna derecha.
Cuando estaba por platicarme que le había sucedido a su pierna, nos dijo Rosa la Pelucas que el baño ya estaba listo. Mi tío me dijo que ya se había bañado.
Solo lo observe unos segundos para darme cuenta que me estaba mintiendo. Entonces
mi prima acerco una silla de fierro hasta donde nos encontrábamos y me enseño
la técnica para poder llevarlo al baño. Acerco la silla hasta un costado de
la cama. Entonces él se subió al estilo trapecista apoyándose de con sus dos
manos. Cuando ya estaba montado en la silla la Pelucas lo jalo por detrás hasta
llegar al baño. Lo dejo justo debajo de la regadera.
Sigue inquietándome la narración. Es un mundo complejo, del cual vemos solo una rebanada, pero esa rebanada nos llena la vista, todos los sentidos en general. Me recuerda un poco al uruguayo Juan Carlos Onetti. Pero Onetti sí sabía dónde iban las comas y los puntos. Por favor, ¡cuide esa puntuación!
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