Son las dos de la tarde del
viernes y me siento agotado. El examen físico fue una verdadera tortura. Sin
embargo, uno de los propósitos de año fue hacer ejercicio, y es un requisito
para poder usar las instalaciones del gimnasio. Fue un día melancólico y aún se
siente el frío de invierno.
Mi madre salió a buscar un par de
prendas al mercado de la colonia. Estas se necesitarían después de darle el baño prometido que tanta falta le
hace. La cita con mi tío es a las cinco de la tarde. En cuanto llega la hora subo
al carro y pongo la radio en la estación de noticias, esto me sirve para
ponerme al día de lo que sucede en nuestra hermosa Ciudad de México, (el viaje
es corto y dura quince minutos).
Por fin he llegado a la casa marcada
con el número 69. Seguí las indicaciones, una calle después de la tienda
Aurrera, en la esquina hay un puesto de tacos, dar vuelta a la derecha y contar
tres casas del lado derecho y es allí en donde me espera mi tío Epifanio, mejor
conocido como el tio Pifas.
Desciendo del auto, no sin antes
apagar la radio. Toco el timbre pero no escucho que suene. Busco la razón y me
viene a la mente que es probable que haya que presionarlo fuerte para que
suene. Vuelvo a intentar hacer sonar el timbre y pronto llego a la conclusión
de que no funciona. Entonces toco el zaguán para hacer saber mi llegada. Dentro
de la casa se escucha una voz femenina que grita ¿Quién es? Respondo: Soy yo prima, entonces sale Rosa. Ella es una señora de aproximadamente 40
años que sale un poco despeinada y con un delantal salpicado de comida. Rosa
mejor conocida por toda la familia como la Pelucas me da un fuerte abrazo, un par de besos y me invita a pasar a su casa. Es ahí en donde he de cumplir
la misión que me ha llevado a esa casa después de tantos años.
Al entrar a la casa paso por un
largo patio y entonces empiezo a recordar la última vez que lo vi. Mi tío Pifas, era una persona de un metro
ochenta de estatura, delgado, bien arreglado y con un gusto especial por los
perfumes. Un tío bastante esplendido con sus sobrinos. Cada vez que iba a la escuela y
él se encontraba en su casa pasaba a saludarlo. Solo me tomaba cinco minutos
para verlo pero la recompensa era gratificante.
Al hacerle saber que ya me iba
a la escuela aparecía la magia porque el metía
la mano a la bolsa a su pantalón y sacaba muchas monedas que me daba para
gastar. El dinero que me daba alcanzaba por lo menos para
una semana completa de golosinas, por fin llegue hasta donde estaba recostado y
me senté a su lado. Tuve que tragar saliva y esperar unos segundos antes de
poder saludarlo.
Ciudad de México, el viaje es corto y dura solo quince minutos.
ResponderEliminarEsto quedaría mejor si lo pusieras entre paréntesis: (el viaje es corto y dura quince minutos).
Sale sobrando; solo
Titulo creativo.
Alan, gracias por el comentario. También me parecio pertinente hacerlo que indicas. Gracias y saludos.
ResponderEliminarMe gusta el tono narrativo: mesurado, tenso. Lo que no me gusta son los errores de puntuación. Dificultan la lectura, que vale mucho la pena.
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