Cuando entre al
baño, mi tío Pifas ya estaba desvistiéndose. Se le había quedado atorada la camisa en la
cabeza y estaba tratando de quitársela. Cuando me acerqué para ayudarle, me dijo
que él solo podía hacerlo. Creo que lo más difícil para mi tío Pifas es no valerse por sí mismo.
Cuándo ya entendí que no podría hacerlo él solo comencé a ayudarle. Primero le
quité la camisa que tenía atorada. Volvió a aplicar la técnica del trapecista
para levantarse y poder quitarle el pantalón. Le hice saber que le abriría a la llave de la regadera pero sugirió
hacerlo él para que no me mojara.
Aunque quedó de
frente a las llaves no podía agarrarlas. Tome sus manos y las puse
sobre las llaves. De la regadera solo caía un chisguete que apenas
alcanzaba a mojar parte de su cuerpo. Entonces busque un recipiente para
atrapar el chorro que caía sin ser aprovechado.
Fue un triunfo
lograr que el agua estuviera en su punto para que él se pudiera bañar. Le
acerque el jabón y comenzó con la cabeza. A medida que la bandeja se
llenaba se la vaciaba sobre su cuerpo, con la intención de que no le diera frío.
Cuando le
pregunté por qué no le había pedido a alguno de sus nietos que le ayudara a
bañarse, dijo qué no lo hacía porque
se burlaban de él. Solo se meten a jugar al baño. Como ya habían
pasado más de 15 minutos, el agua que salía de la regadera empezó a enfriarse. Cerramos a la llave del agua fría para que se equilibrara la
temperatura. En ese momento mi tío Pifas me dijo "Ay cabrón, está bien pinche caliente", y trataba de evitar el agua. Después cerré la
llave del agua caliente y entonces volvió a decir una expresión parecida "Ay cabrón, ahora está bien pinche fría". No pudimos evitar reírnos unos momentos por tan
graciosas expresiones.
Tuvimos que
prender nuevamente el boiler para que se pudiera terminar de bañarse. Salí a buscar la ropa con la que se cambiaría. Aproveché para llevar una silla
seca para poder devolverlo a su cama. Con toda la intención del mundo quiso
vestirse pero le resulto casi imposible. Lo ayudé nuevamente a vestirse. Lo
único en verdad difícil fue ayudarle a ponerse los calzones y el pantalón.
Una vez vestido, se cambió de silla para poder sacarlo. Cuando ya estaba en la silla, lo lleve a su cama de la misma forma que Rosa lo había traído.
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